martes, 3 de enero de 2017

Mi experiencia en la Ciudad Perdida

Llevarme a un extremo, pensé: "qué adolescente e innecesario, ¿para qué?"... no tengo nada que demostrar a nadie. Pero bueno, la vida es una, me intrigaba la experiencia, me intrigaba la cultura indígena. Estoy viva, estoy bien y puedo hacerlo. 

Compré vuelo a Santa Marta, reservé el Tour de Ciudad Perdida con Expotur (súper recomendado) y 8 días después, sin tener una buena noción de qué día o qué hora era o dónde estaba, caminaba con un grupo de extraños que se sentían ya amigos. Nos reíamos de lo feliz que nos hacía una ducha, un baño, una venda, un chocolate... ¡un burro!

El camino dura cuatro o cinco días. Son caminos empinados entre la selva. 7, 8 horas subiendo cada día, sin señal y sin saber muy bien dónde o cómo dormirá uno. 

Lo cierto es que es una experiencia que te reta de alguna manera, física o emocionalmente. Te obliga a comunicarte diferente. A conectarte con algo distinto al celular. A pensar y a no pensar. A estar completamente presente. Cuando haces algo muy difícil, todo tu ser está allí ayudándote a lograrlo... y esa sensación es increíblemente placentera. 

Me conmovió mi cuerpo. Todo lo que hace por mi. La manera como funciona. No estar enferma. Recuperarse en la noche y continuar. Seguirme a un extremo que un organismo nunca quiere. Le pedí perdón. Por cada vez que me sentí inconforme por algo tan vulgar como la apariencia. Por cada vez que dejé que la sociedad superficial de Medellín decidiera si es o no suficiente. No sé expresar la sensación pero es sentir lo increíble que es el proceso de caminar, comer, correr, sentir, respirar, bailar, ver, escuchar, oler... 

Sobre la Ciudad Perdida. Es hermosa y para mí, una especie de encuentro con el pasado. 

Vas encontrando historias de la cultura indígena, los saludas al pasar y ellos te sonríen, o no. Tribu descendiente de los Tayrona... Las mujeres tienen en promedio 17 hijos. Hombre y mujer viven en casas separadas. Al hombre "le asignan" varias mujeres según su posición en la tribu. El sexo es a la luz del día en el lugar impuesto por el líder espiritual, el río o el bosque, nunca en las casas... solo con fines reproductivos. Pudimos ver de cerca las casas donde viven. Algunos hablan español, otros, hablan su lengua. Los niños ascienden en la tribu por méritos propios, no por apellidos...

Los Tayrona ya se extinguieron, pero estas siguen siendo las costumbres de los "Coqui" (tal vez no se escriba así). Quedan historias de cómo los españoles robaban el oro. De la llegada de la fiebre amarilla y otras pestes... y muuuuchas más. Historias que nos parecen de otra vida, de otro tiempo. Y allí está uno, en su hábitat. 

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