viernes, 6 de octubre de 2017

Cómoda

Ser más joven no era mejor... A pesar de sentirme como una mujer fuerte, siempre siguiendo mis sueños, buscando mis ideales más personales y honestos; aún así, estaba constantemente necesitando aprobación, comparándome con lo que se supone que es una mujer bonita.

Crecí en Antioquia... Aquí a las mujeres nos cuesta más reconocernos como iguales; nos cuesta desear... y es obvio, nos han enseñado a ser la que despierta el deseo, no la que lo siente, y tampoco la que sobresale en algo diferente; y cuando lo hace, ella es: "tan bonita y tan talentosa..." pero bonita va primero. 

Recuerdo no ser capaz de despertar tranquila al lado suyo, sin primero  asegurarme de que me veía cuidadosamente despeinada, pero linda; lo que sea que eso signifique. Me recuerdo siempre preguntándome cómo era "tocarme" desde su perspectiva... ¿Estaba mi estómago lo suficientemente plano para él?... Sentía pánico por tener algún defecto notable. Como si mi cuerpo tuviera el único deber de complacerlo. Y creo que esto que escribo suena a cliché, y es precisamente porque somos muchas las que lo hemos sentido... 

Agradezco a las mujeres que leí y escuché. Las que hablaban con una desfachatez que me sonrojaba. Sentía como si me enseñaran a "ser mujer sin pedirle permiso a los hombres o a la sociedad".  Me invitaron a otros descubrimientos que deben hacerse desde la soledad, a cuestionar ideas con las que uno crece y que se instalan en tu psiquis de manera silenciosa. 

Todas hemos estado en el ranking que hacen los perdedores, y a todas nos ha importado. "Hey, ella es un 7, ella es un 8"... Afortunadamente, ya no me importa, "dejen de perder el tiempo, ¡idiotas!"

El tiempo y la vida,  me llevaron de manera natural a otro lugar emocional más personal... Mi yo adulta es más feliz. Me gusta la sensación genuina de estar cómoda en mi piel, de poder al fin liberar espacio en mi mente para otras búsquedas. 

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