miércoles, 29 de noviembre de 2017

Habitar

Quiero quedarme a vivir en cada nota, aprender a expandir el tiempo y aprender a habitarlas, así como tú me habitas. A veces las abandono a su suerte, a veces no estoy en ellas.  No sé porqué y aún no sé cómo cuidarlas.

Sé que quiero que cada una construya su historia. Un principio suave y no por ello menos contundente, o explosivo, y no por ello agresivo; solo fuerte como tú. Quiero esa fuerza misteriosa que tiene tu suavidad... 

Dejarlas ser y dejarlas ir, como quien da un abrazo y allí se muere. 

Enséñame a jugar con el tiempo como cuando te sumerges en mí.


Bajo tierra

Nada me importa. Hay momentos en los que no me interesa ser dulce, ni dar nada de mí, ni demostrarle nada a nadie... ¿Por qué esa carga de las demostraciones constantes? Crezco bajo la tierra. Apenas soy una semilla. Mostrar la semilla es no permitirla crecer. ¿Por qué la presión de mostrarse? ¿Por qué la necesidad de venderse todo el tiempo? La que está ante el mundo no soy.  Estoy creciendo allá abajo, no quiero salir todavía. 

Lazos

Abro los ojos. Mi cuerpo está estático. Giro, giro, giro lentamente hacia la derecha. Como una bailarina mecánica. Veo los lazos. Ahí están y está bien. Se desatan solos, lentamente. Me abandono a la inercia, me abandono al ritmo

viernes, 24 de noviembre de 2017

Laberintos

Necesito una ventana abierta para saltar. Salir de uno mismo es de las cosas más difíciles. Llueve. Generalmente escribo cuando llueve. A veces no me gustan las palabras. Son radicales. Sí. No. Me gusta. No me gusta. Es negro. Es gris. Es verde. No es suficiente con decir que te deseo. Hay cosas que las palabras no entienden. Hay dimensiones que se escapan de su alcance. 

Camino por un laberinto, ellas son los muros. Necesito una ventana para saltar. Por eso escribo, para ver los muros, para poder tumbarlos a golpes... y correr hasta que me duelan las piernas, hasta que los latidos del corazón hablen más fuerte, hasta asegurarme de que aún vivo, hasta encontrar una melodía que te diga lo que mis palabras no pueden. 

domingo, 19 de noviembre de 2017

Relaciones

La verdad es que a las palabras no les alcanza... Escribir música parece una conexión menos idealista, más real, más amplia y compleja como yo, como todos. 

Estoy ante las palabras como cuando sales con alguien que solía gustarte mucho, y de repente, conoces a alguien más... Alguien a quien solías conocer, pero que ahora ves desde otro lugar emocional,  ves sutilezas que antes eran invisibles y que te hacen querer pasar más tiempo a solas con él.

Estoy ante las palabras como cuando sabes que esa relación es linda y duradera, pero lo que sientes cuando hablas con ese alguien más...

Lo quieres dejar todo por eso.

Lo cierto es que la música me seduce hoy mucho más que las palabras... y a veces hasta necesito descansar de ellas... 

Siempre vuelvo...

Y ellas siempre me esperan.

Escribo.


jueves, 2 de noviembre de 2017

Al carajo.

Ayer no quería cantar... es decir, quería solo cantar... No quería pensar en todo lo que hay al rededor del impulso visceral de cantar: peinarme, maquillarme, calentar, agradar al público, sonreír, tener un guión... 

Y no lo hice... Solo canté. 

Canté con rabia, canté con tristeza, canté con pasión, canté con desenfreno y absoluto desinterés en la técnica, en la afinación, en recordar las letras de las canciones...  No me peiné, no me maquillé, no calenté la voz, no seguí el guión. 

Salí y le conté a la gente mi historia con mis canciones, me dejé llevar y toqué el piano como quise, alargué las frases, desaceleré el tempo, lo aceleré, grité con la mirada. Muy pocas veces me lo he permitido de esa manera, pero ¿no es eso ser artista?

Creo que así tiene que ser: el momento de cantar es un momento de rebeldía... Es una paradoja porque para que eso sea mágico para mí, necesito saber las reglas, conquistarlas, sentir que me he ganado el derecho de decirles, ¡al carajo!