lunes, 29 de enero de 2018

Día de mierda

Odio los libros de motivación, los que salen al por mayor y se venden porque prometen cambios fáciles... No creo en los cambios fáciles. En cambio me encantan las lecturas Zen, las de libros viejos, que han sobrevivido centenares de años, la sabiduría que requiere pensar un poco, o que a veces es simple, sencilla, y aún así, sorprenderte, ¿por qué no había pensado o vivido de esa manera? ... Los que te invitan a enfrentarte con la verdad, con el día.

Pero los libros de motivación, las mentiras que te dices para hacer más llevadero el día, las frases que repites como si estuvieras lavando tu cerebro, los escritores que te creen increíblemente tonto... 

A mí me funciona lo contrario. Hoy era un día de mierda... Tengo gripa, no quiero hablar a niños, no quiero escucharlos, no me interesan... y lo haré! porque es mi trabajo, porque soy profesional. No es que no me guste mi trabajo... pero, a veces uno quisiera no hacer nada por los demás, a veces uno siente que necesita nutrirse... 

Así empezó el día... Era un día de mierda... Aceptarlo, enfrentarlo, no disfrazarlo, vivirlo con mi dolor de garganta, mi pequeño malestar, mis pastillas antigripales, mi apatía... y porqué no, de repente, hay unos minutos para tocar el piano, resuelvo la rítmica del piano de aquella canción que estoy versionando, hay unos minutos para escribir, hay un chocolate y hay café... Y sorprendentemente hay duendecillos traviesos que se transforman cuando juegas a ser directora de orquesta frente a ellas con sus flautas de primaria... 1, 2, 3, 4... y sonríen, y sienten que hacer música es mágico. No está tan mal después de todo este día de mierda. 

Sonrisa

Mis manos están frías. He notado que cuando toco el piano y cuando estoy emocionada subo los hombros, este movimiento acumula nudos, acumula recuerdos... Es como si mi cuerpo quisiera acumular los momentos que le gustan. Pero está bien, no tienes que cargarlos... Es un peso innecesario porque los momentos disecados pierden el aroma. 

Hoy amaneces en mi mente. Seguro estás perdido como un autómata haciendo lo que sea que estés haciendo. Sentado frente a un piano, hablando con alguna persona, sentado frente a alguna mesa de madera. Seguro eres un autómata porque estás completo y vivo aquí, conmigo, esta mañana. Seguro en tus labios hay una sonrisa. 

En mi boca, un sabor a naranja. En mis oídos también un sabor cítrico. La música, sin importar que tan desgarradora, es hermosa. Pertenece a un universo donde el dolor es tan bello como el amor o como tus caricias. Tú perteneces a ese universo también. Tú entiendes cosas que quiero entender. No te idealizo, no creo que seas mejor, o peor que yo... Es solo que tu alma es bella. Siempre sonrío cuando pienso en ti. 


viernes, 26 de enero de 2018

Camino de vuelta

Anticipo que será una mañana intensa, uno de esos días en los que es fácil perder el foco y mirar donde no hay nada importante. Lo anticipo, lo acepto y me perdono por ello. Confío en que he aprendido a encontrar el camino de vuelta. 

miércoles, 24 de enero de 2018

En mi piel

Tengo curiosidad por lo que voy a escribir a continuación. Resulta que ha sido una mañana como todas, pero feliz. Nada es diferente. Los gritos insoportables, la alegría que hace ruido. Los niños hacen ruido. Odio el ruido. Pero no importa, hay algo de magia en estar feliz entre cosas que no soportas. No lo sé explicar. Está bien. Acepto y sonrío. Es un momento extraño. No todos los momentos son como hoy, ni lo serán. Escribir para reconocerlo, para saber que este momento existió. Que por lo menos durante unos instantes, esta vida lo vale todo. 

Resulta que escribo más cuando estoy triste, cuando necesito escapar de una emoción, cuando busco refugio en algo más, cuando estoy aburrida y nada parece curar el aburrimiento. Cuando estoy alegre como hoy, hago otras cosas... Toco piano, canto, hablo con la gente. 

Ayer estuve tan conectada con mi cuerpo que no parecía posible que alguna vez no lo hubiera estado. Esa conexión sigue acá. Me gusta estar en mi piel. 

lunes, 22 de enero de 2018

Mirar a los ojos

No estoy cómoda. Estoy feliz pero no cómoda, y eso está bien, y así quiero que sea. La comodidad es el enemigo de los sueños. 

Hoy, al abrir los ojos me sentí incómoda con el nuevo día. Entrené, como todos los días. Un entrenamiento, una cucharada de adrenalina justo antes del café. Acepté cada uno de los pensamientos, de las sensaciones... A veces entrenar es placentero... Hoy no lo fue. Lo acepté. No había nada que pudiera hacer salvo lo que estaba haciendo. Continuar. Escuchar. 

Acepté que sentía que era un día de mierda. Lo abracé. Acepté que en mi mente habían ecos de comentarios incómodos del día anterior. ¿Será cierto? Prometí hacer cosas que no haré. Los pensamientos negativos no son un enemigo, son perspectivas, y no las ignoro porque estoy viva, y puedo aprender.

Poco a poco y casi sin darme cuenta encuentro cierta dulzura en el nuevo día, cierta curiosidad y gratitud conmigo misma por la capacidad de mirar a los ojos al miedo, hablarle y sentarlo a mi lado. 

viernes, 19 de enero de 2018

Caminar

Poco a poco despierto. Mis piernas son raíces que se conectan con la tierra. Se extienden kilómetros hacia adentro. Se expanden y se conectan con el centro. Allí donde solo es posible ser. Allí donde huele a montaña y el agua sana. Mis piernas son la tierra. No dejo de caminar. No dejo de girar. 

miércoles, 17 de enero de 2018

Más

Más... Necesito más... Sentir que mis límites se difuminan.  Retos que hagan saltar mi corazón. Estoy cansada de que el reto sea resistir, ser paciente, buscar soluciones que no me corresponden... Abrir caminos para quien no quiero caminar. 

Quiero volar. Sé que tendré miedo, pero sé mirar el miedo a la cara. Tengo mucho más para dar. Tengo mucho más para decir... Y me estoy muriendo por hacerlo. El tiempo pasa. Y no permitiré que sea en vano. No permitiré llegar al final de mi vida sin haber llevado mi corazón al extremo. 


martes, 16 de enero de 2018

Necesidades

Lámparas, pájaros, teclas, voces, murmullos, pasos, gritos, el viento, las puertas, las hojas... El mundo sonoro de este instante, en esta silla.  A veces necesito la música del mundo. O la música que sale de mi cuerpo. La adicción a un ruido moderado. O más bien, la necesidad de un ruido moderado.

 La necesidad de parar, de callar, de volver la mirada adentro, de ir despacio, de cerrar los ojos, de esconderme. Esconderme para reconocerme y poder volar con el corazón sembrado en la tierra. La necesidad de saber quién soy. 

El día...

Tengo una certeza. Voy a sobrevivir el día... No me preguntes cómo... Es un misterio que resolveré segundo a segundo. Es un combate; o más bien, una batalla sorpresa. Estoy cansada. Sí, lo sé, es martes, son las 7 am. Pero, qué hago si estoy cansada, qué hago si me pesan los párpados, la piel, las piernas, la voz. Qué hago si quiero meterme bajo las cobijas e imaginar que estoy en una cueva subterránea... Y... no puedo. Se llama trabajo y aquí estoy, contra mis voluntades más animales y haciendo caso a mi malvada mente racional.

lunes, 15 de enero de 2018

Puente de la 4 Sur

Puente de la 4 Sur. Paso todos los días por allí... La primera vez que pasé fue para encontrarme con él. Hacía poco lo habían inaugurado. No sé porqué ese recuerdo estaba dormido, y no sé porqué hoy, de repente, despertó. 

Nos quedamos de encontrar a las 8, ¿8 de la mañana? ¿8 de la noche? No lo sé. Con él no importa. Él es diferente. Él me intriga. Pocas personas lo hacen. La mayoría de las veces quisiera equivocarme, conocer los matices de dolor en una mirada tranquila, o los matices de sabiduría tras esa persona aparentemente superflua, o un poco de carácter infantil tras esa persona seria... Tal vez aún no llego a conocer el alma de las personas como me gustaría... Todos somos contradicciones. Contradicciones hermosas. Me encantan las contradicciones. 

A él no logro descifrarlo, y eso me fascina. Sus palabras me sorprenden siempre. Parece haber vivido más que todos nosotros. Su sabiduría me conmueve, es dulce y poderosa.

Tal vez ese día hacía frío, pero yo no lo sentía. Tal vez hacía calor, pero no era importante. El tráfico estaba tranquilo, llegué tarde porque tardé desayunando... Ahora recuerdo, la felicidad de una conversación musical un miércoles en la mañana. 

domingo, 14 de enero de 2018

Adentro

Las pequeñas tensiones quieren llamar mi atención. Amanecí con un tirón en mi mano derecha y en mi pierna izquierda, tal vez por el entrenamiento de ayer. Mi gata juega detrás de la cortina, reconoce mi estudio, o más bien, uno de sus cuartos. 

Se empiezan a escuchar las voces de los vecinos. El papá que despierta a sus hijos porque es hora de desayunar, la mamá que discute, el que habla cosas de domingo, el que busca algún objeto, el que hace alguna pregunta... son palabras difusas.

Los pájaros que hace una hora cantaban extasiados, están un poco más tranquilos. Algunos se posan en la palmera, otros vuelan en círculos grandes, otros se van para otros árboles; otros llegan, otros parecen mensajeros entre un árbol y otro. 

Aquí huele un poco a frutos rojos, un poco a café. Noto que mi respiración es superficial y que el aire no me expande. Mis pensamientos también lo son; no me expanden. Están acá, sentados conmigo, mirando la pantalla del computador, un poco difusos, un poco dormidos, un poco normales, un poco enredados. 

No hay preguntas que no pueda resolver. No hay nada que importe más que los procesos internos. ¡Qué fáciles a veces! ¡Qué difícil es recordarlo la mayoría del tiempo!  Hay que recordarlo siempre; a veces todo lo que busco es la confirmación de esto en alguien más. En él (ojalá existieran más personas como él), en los grandes libros, en la música que me desgarra o que me sana, en las palabras que escribo y que viajan en espirales al rededor de la misma idea. Todo está conectado. 

jueves, 11 de enero de 2018

Bowie

A veces no escucho el ruido del ventilador, así como no escucho los pájaros, ni las voces, ni los carros, los pasos, las hojas, la respiración. Es fascinante como las emociones pueden afectar el cuerpo. El miedo me hace temblar... el amor también... La alegría me hace tener una risa que se dibuja sola y a su antojo, a veces, contra mi voluntad porque me quiebra la voz. Aunque qué bonitas son las voces que se quiebran. ¿Qué tiene Bowie en su voz que parece quebrarse con tanta gracia? ¿Cómo haces para entregarte así? Estás conmigo hoy y nadie me puede decir que no. ¿Cómo haces para ser emotivo, vulnerable y poderoso? Te amo Bowie. Te amo. 

miércoles, 10 de enero de 2018

Canela

Un olor suave que no logro reconocer. Es cálido, dulce, tal vez canela; parece que viene de las baritas de incienso que hay en ese lugar. Me encuentro conteniendo la respiración cuando estoy asustada, como en este momento. 

La última vez que salté tenía miedo. Temblaba; tenía un nudo en el estómago.  Tenía miedo, mucho miedo; pero no lo dudé un segundo. Salté. El miedo me miró espantado. 

¡Hola! Con voz entrecortada le hablaría, no para que me diga qué hacer, sino porque sé que en el fondo siente lo mismo que yo. Se ha sentido perdido, se ha sentido solo, lo ha amado y lo ha odiado. 

Mi cabeza está "embombada" (¿esa palabra existe?), me cuesta escribir así como me costó abandonar mi piano esta mañana. Toqué tal vez por menos de un minuto; mi gata se acomodó tal vez 5 segundos en mis piernas. Era mi momento... y sonó el celular, debía salir, de hecho, iba tarde. ¿Qué es esta vida donde nada es suficiente? ¿Donde no es posible sentarse de madrugada a tocar el piano? ... Seis meses más... Solo seis meses más. Tú puedes con esto. 

martes, 9 de enero de 2018

Tocar

Estoy en una habitación. Él está ahí. Él no importa, es decir, no sé quién es en este momento, pero en la habitación, en ese universo, en ese otro tiempo, él es un pozo de agua cálida para sumergirse y ahogarse por algunos instantes, hasta por fin respirar, como si el aire fuera lo único que importara. Ese aire que se va acomodando por todos los rincones de mis pulmones. Ese aire que expande mi estómago y que mueve mis manos. Ese aire que respiro cerca a su entrepierna. 

Y el jugo de naranja. Tan dulce como ese momento.  Sé cuál es su origen y sé cada uno de los defectos que tenemos en común. ¡Qué complicado es! ¡Me exige amor! Me gusta acariciar su rostro. Me gusta tocar el piano con un vaso de jugo de naranja mientras sale el sol. 

lunes, 8 de enero de 2018

Otra

Nunca soy la misma. No podrías describirme. Nunca fui dulce como ayer. Nunca acaricié el rostro de un hombre y besé su cuerpo, suave y despacio; sin miedo a parecer de porcelana, sin miedo a derretirme por los rincones. Nunca antes metí mi cabeza bajo unos brazos como un gato que se acomoda en su rincón. Nunca quise acariciarlo como quien ama, como si fuera mi piano, como si fuera un miembro de los "Buendía" de García Márquez y mi soledad estuviera a punto de curarse.

Por un momento fui un pedazo de su reflejo, y él era música. Por un momento me abandoné y jugué a ser  alguien que cree en cosas en las que yo no creo. 

Tal vez jugaba a ser otra. Tal vez hay partes de mí que aún desconozco.