lunes, 29 de abril de 2019

Curar el perfeccionismo

Necesito curar el perfeccionismo. "Es miedo con una máscara bonita y pretenciosa". Eso es. Necesito quitármela. Cuesta. Pero pensar en ello es un buen comienzo. El placer es un buen segundo paso, es además el mejor guía. No más eso tan mío de romantizar los defectos. Son defectos. Son pequeñas grietas a las que no hay que prestar mucha atención. 

El placer de escribir hace que uno olvide así sea por un momento las limitaciones, la falta de virtuosismo. Y así en todo. Hacerlo todo por placer y soltar la carga, quitarse la máscara, quitarse el miedo, liberarse de esa idea de perfección que paraliza y juzga. 

Volver a escribir es poner un faro. 

En lo hondo todo se hace ley

"En lo hondo todo se hace ley" Cartas a un joven poeta.

Vengo pensando en esta frase. Me gusta buscar personas o pensadores que contradigan lo que estoy pensando en un momento determinado, y que sepan mucho más que yo de cierto tema. Y luego, buscar otro pensador que afirme lo contrario... y tratar de entender ambas posturas. 

Cuando llevo meses pensando en ello, descubro que todas las búsquedas honestas y profundas llevan a los mismos principios. Cuando no se trata de una ideología, o creencia ciega, sino de una búsqueda exhaustiva por la verdad, por la belleza, por la bondad... Y eso me parece mágico. 

Los grandes artistas empiezan siempre por entender las reglas, aprenderlas, dominarlas, y su arte empieza a vivir solo cuando las rompen. La belleza surge de los límites de la tradición, las transgresiones como expresiones del ser. Pero hay que viajar hasta los límites. Es un largo viaje para encontrar el material cósmico del que están hecho las canciones más bonitas.  

miércoles, 24 de abril de 2019

De la pomposidad de las luchas internas

Los peores seres humanos, los que han cometido los actos más  perversos, podrían mirarnos a los ojos y hacernos ver en ellos bondad y dulzura. De hecho, podrían hacernos creer que son una especie de ser de luz incapaz de dañar. Construyen un mundo interno que es de cierta manera un escape a sus actos macabros. 

Conocí uno de esos seres. 

Han pasado años y apenas empiezo a entender. Cada que encuentro este arquetipo en una película, un libro o una historia, lo veo claramente.

En la verdad y en la bondad hay una sencillez que reconoces. Había en él algo falso, algo forzado, algo que nunca encajó del todo. Todo era demasiado "moralmente" correcto, eso no es natural. 

He conocido ateos y hedonistas cuya transparencia me devuelve la fe en las personas. Desconfío del halo de superioridad moral que se construye alrededor de las religiones, de las sectas de superación personal, y hasta del Zen. Leí que los japoneses utilizaron el Budismo para justificar masacres a otros seres humanos, veían su sable en el enemigo como parte de una danza cósmica. 

No me hables de luchas internas mientras dañas a otros, mientras justificas actos que están claramente mal. Solo que no están mal si tú los cometes porque tienes una razón, tú sí sueñas con cambiar, tú si entrenas tu espíritu, tú creas toda una narrativa que sientes que te absuelve de las leyes morales que aplican a los demás. 

Algo me dice que actuar con profunda coherencia, en silencio, en lo pequeño, debe ser el camino hacia Dios, o hacia la dicha, o hacia la belleza, o como quieras llamarlo. Por algo es tan difícil, raro y hermoso cuando lo vez. Las luchas internas pomposas del que no duerme tranquilo están sobre-valoradas, son pura basura.  

Meditar, orar, entrenar el espíritu son actos profundamente personales. No te hacen mejor. No te absuelven de nada. Creo que a todo el mundo le viene bien para ser más eficiente, más creativo, más feliz. 

Parece contradictorio pero no lo es. No digo que meditar te haga malo. Digo que hay personas que se esconden ahí para justificar su maldad. 

martes, 9 de abril de 2019

Refugio

Siento la frescura de la tierra húmeda que rodea este pequeño cascarón. Hay un silencio profundo, una quietud que danza con los latidos de la tierra, una oscuridad luminosa me abraza. Oscuridad tal vez no sea la palabra; no se trata de falta de luz, o de tinieblas, o de falta de claridad... Se trata de un refugio del mundo, como cuando formas una cueva debajo de las cobijas y te enrollas en sus brazos. Esa oscuridad nutritiva y luminosa. Ahí estoy. Soy semilla, soy madera