miércoles, 20 de septiembre de 2017

¿Dónde están?

¿Dónde están? 
La primera vez que las vi agradecí el privilegio, guardé sus colores y la sensación de asombro en mi recuerdo, luego los necesitaría cuando mis canciones estuvieran con un aburrido cielo gris. 

La segunda vez llegó sin avisar, doce guacamayas sobre un mismo árbol, ¡doce! yo estaba sentada en sus raíces, ellas en las hojas. Nunca tanto ruido fue música dulce. Fui parte de una pintura, fui una intrusa feliz de serlo, y como la primera vez, pasó casi una hora de tratar de no pestañear para no perder un segundo de un espectáculo de lujo que me ofrecía la naturaleza, así, sin avisar, sin cobrar la entrada, sin motivo, sin pretensión, sin cámara porque ir por el celular era perder 5 minutos del show. 

La tercera vez pasaron volando muy cerca, esta vez no las conté, esta vez estaba de afán, se posarían sobre el árbol, las observaría de lejos para descubrir que seguían allí, en silencio, amando, de dos en dos. 

No sé cuántas veces las vi. Dejé de contar eventualmente. Ellas me llamaban. ¡No se atrevan a decirme que no! ¡Ellas me llamaban para que las mirara volar! Como la primera nota de un concierto llama a la audiencia a ser parte de una historia...

¿Dónde están las Guacamayas?


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