jueves, 7 de diciembre de 2017

Abrumarse

Caer. Lenta e inevitablemente. Sentir el abismo. No conozco la sensación de un abismo infinito. El abismo siempre deja de ser un abismo y se convierte en un lugar que habito, en casa. 

Me gusta caer tanto como me gusta saltar y elevarme... Lo que me gusta es el salto. Con el tiempo me he vuelto adicta al salto. 

Estoy sentada con los ojos cansados, los brazos fríos, la boca seca, la garganta húmeda, el estómago expandiéndose, contrayéndose, el aire me regula por algunos instantes. Hay  un encanto extraño en cansarse, abrumarse, llevarse al límite.

Me cansan las miradas. Están cansadas como yo. Hastían y buscan hastiarse, están secas y buscan mojarse, están perdidas, como la mía. Me cansan las expectativas, los juicios. Nadie te está juzgando de verdad, y es peor aún, juicios superficiales, conclusiones precipitadas basadas en lo que se ve, lo que no importa, lo circunstancial... Me cansan porque a veces me desenfoco. Hago caso a lo que se siente bien. No hago caso a lo que se siente mal. Pierdo tiempo en la superficie, en lo que no es importante. Y no hay nada peor que perder tiempo. 

Las construcciones son lo que importan, lo sé pero a veces somos tontos cuando estamos cansados. 

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