miércoles, 28 de noviembre de 2018

Escribo

A veces no me reconozco en lo que escribo. La mayoría del tiempo. Hay una pequeña persona dictando ideas, a veces medianamente sensatas, a veces sobre-dimensionadas en un drama que es absolutamente innecesario para la vida. Las voces de la gente en la mañana, de las cosas que menos disfruto. La mañana debería ser para estar en silencio. La lluvia cae suavemente, como un bálsamo, como un abrazo, como un regalo. Mi dedo meñique de la mano derecha se siente un poco "entumecido", no sé cómo o porqué. Mi gata toca la puerta... 

Ha entrado. Ahora quiere salir. Mi cuerpo está un poco dormido, un poco despierto. Hoy escribo desde mi pequeño estudio, mirando la pantalla del computador. El ruido al escribir es cuadrado, a diferencia del ruido del lapicero en el papel donde cada letra tiene su ritmo. Mi gata se sube a mis piernas. Ahora quiere quedarse conmigo. La siento respirar. Casi puedo sentirla llenar el cuarto de silencio, o vaciar el cuarto. El ruido sigue, crece... Pero su presencia lo relega a otro plano. Mis ojos se cierran, mi espalda está cansada. 

Mi escritora no quiere que comparta estas palabras. No entiendo porqué. Bueno. Hay poco sobre ella. Ella siempre es mucho más sabia. Hoy está dormida y esto lo he escrito yo como un intento para despertarla. 

¿Mejor? 

Sí. 

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